Es bien sabido que en la antigüedad la gente –en general- garchaba como loca. Esta conducta se explica por la laxitud de la moral pre-cristiana y la inexistencia de la televisión.
Ahora bien, tanto en las culturas monógamas como en las poligámicas, la infidelidad femenina estaba tanto o más difundida que en la actualidad. Así, los hombres más apuestos y musculosos tenían la oportunidad de fecundar a muchas mujeres, incluyendo a las mujeres casadas –casadas con otros, se entiende-; mientras que los hombres menos agraciados o más nabos debían competir incluso para tener la posibilidad de fecundar a sus propias esposas.
Eatadísticamente, esto otorgaba una leve ventaja a la propagación de genes “exitosos” respecto de los que lo eran menos. Podríamos especular que esta leve ventaja, acumulada a lo largo de los siglos, habrá ido “mejorando” la especie por un mecanismo netamente darwiniano.
Con el correr de los siglos, el perfeccionamiento de los métodos anticonceptivos ha ido mermando esta ventaja al permitir la infidelidad sin procreación; al tiempo que el desarrollo de las técnicas de fecundación asistida han obrado en sentido contrario, permitiendo incluso a los maridos menos fértiles transmitir sus genes a su descendencia.
En conclusión, la ciencia y la técnica han obrado calladamente iniciando un retroceso que nos llevará a recorrer, lenta pero inexorablemente, el camino de vuelta a nuestros antepasados, los monos.
Ahora bien, tanto en las culturas monógamas como en las poligámicas, la infidelidad femenina estaba tanto o más difundida que en la actualidad. Así, los hombres más apuestos y musculosos tenían la oportunidad de fecundar a muchas mujeres, incluyendo a las mujeres casadas –casadas con otros, se entiende-; mientras que los hombres menos agraciados o más nabos debían competir incluso para tener la posibilidad de fecundar a sus propias esposas.
Eatadísticamente, esto otorgaba una leve ventaja a la propagación de genes “exitosos” respecto de los que lo eran menos. Podríamos especular que esta leve ventaja, acumulada a lo largo de los siglos, habrá ido “mejorando” la especie por un mecanismo netamente darwiniano.
Con el correr de los siglos, el perfeccionamiento de los métodos anticonceptivos ha ido mermando esta ventaja al permitir la infidelidad sin procreación; al tiempo que el desarrollo de las técnicas de fecundación asistida han obrado en sentido contrario, permitiendo incluso a los maridos menos fértiles transmitir sus genes a su descendencia.
En conclusión, la ciencia y la técnica han obrado calladamente iniciando un retroceso que nos llevará a recorrer, lenta pero inexorablemente, el camino de vuelta a nuestros antepasados, los monos.
Son todas putas!
ResponderEliminarY concuerdo, del polvo venimos, hacia el polvo vamos.
beso!
jaajajajaja genial (Y)
ResponderEliminarChina: lo tuyo es poesía pura!
ResponderEliminarLei: muchas gracias
Besos