Perfectamente ignorante de todo aquello que no le interesa, perfectamente cómoda en el mundo y recibiendo cada golpe con la misma sorpresa. Golpeando siempre con la misma furia que no se agota.
Nada le hace preguntas.
El tiempo apenas parece rozarla, y yo me pregunto si envejecerá hasta parecer una muñeca ridícula. Nada parece poder adherirse a sus suelas y va juntando tristezas que afloran de golpe y le agregan años a su mirada.
Determinadas bromas de la vida, como la vedette que es hombre y es fea y es vieja, el adulto de 9 años que me mira en el semáforo, o la niñez inefable de una mujer que me mira con ojos tristes de vieja; me aterrorizan y me dejan sin palabras.
El horror de sentirse irremediablemente perdido y la tristeza de saber que uno es la materia más blanda del universo, me acompañan siempre y me definen tanto como mi cara o mi voz.
Yo soy la suma de mis preguntas, tanto como ella es la suma de sus certezas.
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