Sebastián se levantó lo más rápido que pudo y salió disparado hacia donde estaba su mamá, con los ojos llenos de lágrimas. La madre ya se había agachado para recibirlo y lo abrazó con fuerza mientras le decía: “Ya pasó, Sebi, no llores más!”
El contacto con su calor y su olor tuvieron en Sebastián un efecto inmediato y él pensó que no podía haber en el mundo nadie más maravilloso que ella.
...
Terminó de firmar el último papel y le dijo a su abogado, que lo había acompañado: “Lo quiero todo listo para el lunes”. El abogado, acostumbrado a ese tono, automáticamente asintió mientras guardaba las copias en su maletín.
El lugar era bastante aceptable, sin lujos. Ella ya no podía estar sola y sería lo mejor para todos. El no tenía ni tiempo ni ganas –esas fueron sus palabras- de cargar con semejante complicación.
Al salir del geriátrico, miró hacia el cielo y pensó: “Lindo día”.
El contacto con su calor y su olor tuvieron en Sebastián un efecto inmediato y él pensó que no podía haber en el mundo nadie más maravilloso que ella.
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Terminó de firmar el último papel y le dijo a su abogado, que lo había acompañado: “Lo quiero todo listo para el lunes”. El abogado, acostumbrado a ese tono, automáticamente asintió mientras guardaba las copias en su maletín.
El lugar era bastante aceptable, sin lujos. Ella ya no podía estar sola y sería lo mejor para todos. El no tenía ni tiempo ni ganas –esas fueron sus palabras- de cargar con semejante complicación.
Al salir del geriátrico, miró hacia el cielo y pensó: “Lindo día”.
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