Si se me apareciera Dios, un extraterrestre (de esos que algunos imaginan muuucho más avanzados que nosotros y llenos de respuestas) o un sabio gurú levitando a dos metros del suelo, y me ofrecieran contestarme todas mis preguntas; ni siquiera sabría qué preguntar.
Por más que pienso, no se me ocurre ninguna pregunta que no me resulte vergonzosa.
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Si se presenta la ocasión, tal vez debiera hacer de cuenta que no los vi, o decir que estoy muy apurado y seguir de largo...
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