Luego del iluminismo, el positivismo y tantos ismos catastróficos, el tipo se cree que porque se sabe el nombre de unas cuantas capitales, unos cuantos huesos y unos cuantos escritores el también es un sabio. Entonces no respeta a nadie y cree que merece, él mismo, la deferencia que antiguamente estaba reservada a los que habían hecho algo.
El enciclopedismo y la televisión nos ha hecho a todos unos eternos adolescentes, gente que cree que por haber visto algún documental de 20 minutos en la tele entiende la teoría del big bang y además la critica.
La democracia terminó el trabajo convenciéndonos de que tenemos derecho a decidir lo que es mejor para todos aunque carezcamos del conocimiento, la vocación y la dedicación para semejante tarea.
Así las cosas, una sociedad formada casi exclusivamente por adolescentes caprichosos, pedantes y demandantes no parece ser un lugar demasiado prometedor.
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