La miré casi jadenado. Difícilmente podía contener mi exitación: ahi estaba, por fin, toda para mi. Miré a mi amigo, preguntándole con la mirada si estaba seguro, si no le molestaba. Su mirada fue una invitación que no pude rechazar. Sabiendo lo que él la quería, no podía creer que quisiera compartirla conmigo.
Miré largamente cada curva, cada detalle, anticipando el contacto. Antes de empezar, di una vuelta alrededor suyo muy lentamente, tratando de captar toda su perfección.
Estiré la mano y la toqué, y el estremecimiento fue visible. No era delicada sino casi salvaje, y yo estaba decidido a desatar toda su fiereza a la primera vez. No iba a tener contemplación con ella, sabia que con ella eso no sería necesario.
Su presencia llenaba todo el cuarto. Lentamente me fui acercando por detrás y casi de un salto me puse sobre ella. Sentí de golpe la firmeza y suavidad que esperaba y acaricié largamente cada curva al alcance de mis manos.
Afirmé los pies al piso y empujé con fuerza. Una vez. Dos veces. Tres veces. De inmediato comenzó a ronronear como un gato. Tenia el tanque lleno, así que salí a probarla por el barrio. La puta! Qué linda moto!
Le apostaba todo a manos de una guitarra.
ResponderEliminarMe cachó al final.
No se me ocurrió lo de la guitarra. Creo que así hubiese dado para más.
ResponderEliminar