Supongamos que uno va en un barco. El barco naufraga y uno es el único sobreviviente. El mar lo arroja a una isla desierta. Para completar el cuadro, digamos que cuando despierta no recuerda NADA de su vida anterior.
En un determinado momento, el tipo se pregunta: ¿Seré el único ser humano?
Hasta acá la historia y desde acá la especulación:
Más allá de nuestro gusto, o más bien nuestro anhelo por lo único y lo extraño; lo cierto es que no hay casi nada en el mundo que sea único. No hay un único rinoceronte, ni una única montaña, ni un único incendio.
Esto se aplica incluso a cosas que escasean y son difíciles de encontrar. Por ejemplo, yo nunca vi un rayo partir un árbol y nunca vi un calamar gigante, sin embargo estas cosas tampoco son únicas.
Si uno observa un fenómeno, por más extraño que le resulte, hay una casi certeza de que ese fenómeno no es único.
Volviendo a nuestro náufrago, daría lo mismo que se preguntara si el árbol que hay en la isla es único, si el manantial es único, si la palmera es única, o si lo son el sol, la luna o una tempestad. En todos los casos, la respuesta sería la misma. (o sea NO, a ver si nos ponemos las pilas!)
Si usted llegó hasta acá, lo felicito, y como premio le redondeo la idea: estadísticamente podemos decir casi (pero casi casi casi casi) con certeza que nada de lo que vimos, vemos o veremos es único. Esto incluye la raza humana, los ojos de Bette Davis y las tetas de la Cucinotta.
Por si no se dieron cuenta, acabo de contestar la vieja pregunta de si estamos solos en el universo.
Y gratis.
¿Qué más querés papá? ¿Que te lave el auto?