Aceptar que uno no puede comunicarse con el ser querido es una de las derrotas más grandes que uno puede sufrir. Aceptarlo definitivamente sólo deja lugar a la desesperanza y al vacío.
Mientras uno piensa que finalmente encontrará las palabras que harán que el otro entienda, uno puede enojarse y sentirse frustrado; pero cuando finalmente acepta la irremediable incomunicación, acepta también que ya no podrá modificar ninguna de esas cosas que lo vienen lastimando.
Las peleas se acaban, agotadas en sí mismas. Uno entiende que el otro vibra en otra frecuencia o habla otro idioma, y resulta que el castellano gritado no es más inteligible que el hablado.
Spinetta decía "ya no quiero convencerte más". Pero no es eso, quisiera convencerlo, pero ya entendió que no puede.
No me malinterpreten. Esto no me pasa a mi, ni nunca me pasará. Y si me pasara no se lo contaría a nadie. Y si lo contara, lo haría diciendo que le pasa a un amigo. Pobre mi amigo, aunque seguramente se lo merece, por pelotudo.
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