Había una vez un corcho que flotaba en el mar. Como esta es una fábula, a nadie debería extrañar que el corcho hable. Y este hablaba un montón con los peces que nadaban a su alrededor.
Al corcho le daba vergüenza admitir que no podía hacer otra cosa que flotar; entonces, cada vez que la marea y el viento lo movian hacia algún lado el decía en voz muy fuerte: Ahora voy a nadar hacia allá!
Cuando el viento y el agua estaban en reposo el repetía: Ahora voy a descansar un poco!
No viene al caso imaginar lo que pensaban los peces, que por otra parte son bastante pelotudos. Lo importante es que esa compulsión del corcho a aparentar y el continuo trabajo de inventar razones para sus cambios de dirección, no le dejaban tiempo para ninguna otra cosa.
Solo para que la historia no quede inconclusa, vamos a imaginar que el corcho terminó aburriendo a todos los peces, que comprendieron que era un farsante; y que un buen día un náufrago con diarrea lo encontró y lo usó para taponarse bien el culo -con fines medicinales, por supuesto!-
El final no era necesario. Pero buenisimo! jajajaaj!
ResponderEliminarHiel+, la verdad es que tenes razón.
ResponderEliminarGracias