El gobernante del país A piensa que el país B no lo respeta ni lo aprecia lo suficiente. Cree que determinado territorio en disputa es suyo y no está dispuesto a resignar esa soberania. Se siente agraviado por numerosos incidentes inciertos, en los cuales ambos países se reivindican como víctimas de ataques y provocaciones. Las declaraciones estrepitosas son permanentes, al igual que las apelaciones mutuas a Grandes Verdades y Valores. Muchos desfiles y coloridos uniformes. Hasta aqui, podriamos ver esto como un juego infantil y hasta simpático.
Algún último incidente trivial ha sido magnificado hasta convertirse en el fósforo que encendió la mecha de una confrontación "inevitable".
Hasta ahora, todo ha sido un juego, un duelo de egos inmaduros. Desde hoy, ya nadie jugará. Con la mochila cargada de presuntas justificaciones, cada uno marchará a una guerra que ya no tendrá nada de simpática.
En fin. Parece que nos separamos...