Una hermosa mañana de otoño. El aire parece haberse detenido, generando por un momento una sensación de extrañeza. El instante en que se percibe la quietud es siempre breve y siempre eterno: uno siente que el tiempo se detuvo, ¿y que otra cosa puede ser la eternidad?
Repentinamente, una hoja se desprende de una rama rompiendo el hechizo. Es una hoja muerta y rígida, de ese amarillo ocre tan característico. El azar ha permitido que al secarse formara una sutil espiral a lo largo de su nervadura.
Gracias a este capricho, la hoja desciende girando como una hélice, formando lentamente una perfecta línea vertical, manteniendo durante unos instantes una velocidad constante hasta posarse suavemente en la vereda.
Para el observador casual, la escena parece irreal: un movimiento demasiado alejado de la caótica trayectoria que uno esperaría observar, enmarcado por una extraña e improbable quietud en medio de la ciudad.
Y uno entiende por qué existen la magia y la poesía, por qué hay filósofos y teólogos, y yo no puedo evitar estremecerme, como me estremezco con tu sonrisa.
Awwww..! por dios me siento la dama de las camelias, me fascina cuando estas en ese mood. Poetico, creativo, el otoño nos pone asi!! 🍃🍂🍁
ResponderEliminares que el paisaje otoñal es tan tranquilizante. Las hojas amarillas tapizando mi jardin
son una razon mas para vivir.
Mira Dani, tu escrito es tan hermoso que siento que enraizo en mi alma.
♥ . .))(
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¡Qué romántico inspirarse en la caída casual de una hoja! aunque nada es casualidad, dicen que ni una hoja de un árbol se mueve sin la voluntad de Dios. ¿Habrá querido el Creador que esa hoja cayese justo delante de tus ojos, para inspirarte esa bella prosa? Estoy segura que si, Daniel. Un abrazo en la distancia.
ResponderEliminarMe encanta como escribes
ResponderEliminarcorto
simple
y bello
Lo demás está
en los ojos
de los que te leen
ABrazos siempre
Buenas tardes Daniel,¿Cómo estás?,¿Qué contás de nuevo?
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