Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia...
No. -dijo el forense- Fueron dos disparos efectuados a corta distancia, probablemente con una 9mm.
Fin
Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia...
No. -dijo el forense- Fueron dos disparos efectuados a corta distancia, probablemente con una 9mm.
Fin
"El que el cáncer y las enfermedades cardíacas sigan siendo las primeras causas de muerte en Estados Unidos es algo que no sorprende pero lo que sí llama la atención es que la tercera causa sean los errores médicos."
BBC NEWS - 04 MAYO 2016
Podría decir bastantes cosas sobre esta noticia, empezando con que tiene cinco años. Pero prefiero no agregar nada.
Mentira, cómo no voy a opinar?
Me cuesta mucho compaginar la increíble capacidad y creatividad del ser humano con su increíble tendencia a la estupidez. (Si, ya se, hablo del ser humano como si yo no lo fuera).
Cada tanto pienso que es un milagro que salga agua de las canillas y luz de las lamparitas y no al revés...
Mi fe en la humanidad es bastante escasa, y noticias como esta me hacen sentir reivindicado. Si los médicos, de cuyas decisiones depende la vida de tanta gente, no pueden evitar ser la tercera causa de muerte, ¿que podemos esperar del tipo que viene a arreglarte el calefón?
Hace ya innumerables milenios que recordé, por primera vez, mis vidas pasadas; y aún recuerdo mi perplejidad. Me llevó decenas de vidas decidir que no estaba loco.
Nada en la creación es único, y yo supuse que todos reencarnábamos, y supuse también que mi misión consistía en divulgarlo, simplemente por ser el único que recordaba. Así lo hice, y a lo largo de los siglos fui refinando mis ideas y aprendiendo a convencer.
Entendí que cada acto nos acerca o nos aleja de la iluminación, y entendí que es precisamente la iluminación lo que nos sustrae de la infinita cadena de reencarnaciones, para renunciar a las falacias de la individualidad y devolvernos a la gracia.
Y así, luego de numerosas vidas dedicadas al ascetismo, la meditación y la divulgación, llegue a ver a la Doctrina Verdadera triunfando de oriente a poniente. Y entonces, como culminación del esfuerzo de incontables vidas de servicio abnegado, finalmente llegó mi iluminación.
Y no funcionó.
Para mi sorpresa y para mi espanto, volví a reencarnar una y otra vez. Al principio, la vergüenza me impidió comunicarle el error a mis fieles. Más tarde la vergüenza dió paso al temor: los fieles eran celosos custodios de mis enseñanzas y no dudaban en tachar de hereje y lapidar a cualquiera que las pusiera en duda.
Ya perdida la cuenta de mis vidas y sin más certezas que la que me da mi propia experiencia; pago la soberbia de mi pasado debiendo someterme a los ritos vanos que nos imponen los seguidores de mi propia palabra, profunda e irremediablemente equivocada.