Desde mi derecha, a menos de medio metro de distancia, tu rostro me mira sin transmitirme el menor indicio de vida interior. No necesito verlo para sentirlo. Tu rostro, que un día emergió del mar de rostros casi por casualidad, para formar parte de mi vida.
Nuestra mente sólo puede manejar la realidad por medio de operaciones sencillas de abstracción y generalización: un día la vida pone a un tipo en la oficina de al lado, o a una mina en tu cama. Los saca del montón y el tiempo y el trato los va revistiendo de otras cosas, tal vez calor, tal vez aroma, tal vez dulzura, tal vez rencor.
Nosotros luego, mecánicamente, vamos haciendo la operación inversa: proyectamos esos rasgos al montón. Por eso una persona cálida en nuestra vida no sólo mejora nuestros días, sino que también mejora al resto de la humanidad, esa idea de humanidad que llevamos dentro.
Por eso también una persona fría y chata, una persona cobarde y mezquina, tiñe nuestro mundo con su mezquindad y lo enfría irremediablemente. Y es por eso que me permito odiarte, porque aunque se que no es tu culpa, también se que nunca es culpa de nadie: la misma historia que no justifica al genocida, tampoco justifica al imbécil.
Porque como la hierba mala que no deja crecer las flores, tu voz es un sonido frío, gutural y constante que obstinadamente me toma de la nuca y me hunde el rostro en el barro.
Hay quién brilla desde la mente, y hay quién brilla desde el corazón, pero también hay gente sin ningún brillo, que no lo tiene ni nunca lo tendrá. Uno puede no tener ningún talento, pero no puede no tener ninguna pasión. Ese es tu pecado y por eso, aunque sea injusto, te odio.
Otros, tal vez incluso vos, me odiarán a mi.
No te deseo mejor suerte.
hmmm... me temo que hoy no deberia decir nada, pero dire que el texto, entre otras cosas, me produce un tipo de emocion. Es muy intenso.
ResponderEliminarBesos.
Querida Carolinda: es usted un hada bloguera. Emociones como las que me permití expresar en este texto le son ajenas (déjeme al menos creerlo así).
ResponderEliminarBesos