El tipo se pasa la vida pensando que nadie lo escucha.
Si lo escucharan, si realmente lo escucharan, se enterarían de un par de verdades.
Gritar le parece de mal gusto. Total, ellos se lo pierden.
De tanto esperar el momento justo, se vuelve taciturno.
Un día, frente al espejo, sueña que le llega el momento.
Frente a tantos errores, frente a tanta ignorancia, al fin va a hablar.
Aclara la voz. Hace una pausa para concentrar la atención de su audiencia imaginaria... y arranca.
Comienza su monólogo, contestando a todas las mentiras que acumuló durante tantos años. La luz comienza a fluir sobre los temas más oscuros. Toma confianza y su prosa se vuelve por momentos un tanto pomposa. Poco a poco siente que va perdiendo claridad y trata de volver a un estilo más simple y directo. Pierde el hilo de su razonamiento y empieza a costarle hilvanar los temas. La claridad comienza a abandonarlo. Mientras discurre, detecta en su discurso un par de incoherencias menores. Empieza a aterrorizarse. La sospecha va creciendo y pronto siente que debería comenzar de nuevo. Su público, aunque imaginario, lo mira con atención. El horror. El público ha detectado sus falencias y el descrédito crece segundo a segundo. Silencio.
Sale del baño, callado como siempre, pero esta vez algo ha cambiado.
No tiene nada que decir. Y ahora lo sabe.
Hola Daniel, es difil (para miiii) empezar un pensamiento y desarrollarlo hasta el final, generalmente se me interponen pensamientos alternativos e intrusos que me hacen perder el hilo inicial, bah: para que hacerme la interesante... soy una desbolada... me olvido hasta de lo que estaba pensando! Ja!
ResponderEliminarquise decir "dificil" pero siempre me equivoco alguna letrita, es una tradicion muy antigua... no puedo de golpe, asi nomas, escribir bien de una.
ResponderEliminar;)
Ahh, esto es más que genial. Me encantó. Me encantó. Miles de veces me vi en esa situación.
ResponderEliminarCuando sale, se percata de que no tiene nada por decir.
ResponderEliminarMe pasa lo mismo a veces: me creo llena de palabras, y termino no diciendo nada. Porque la verdad es que no tengo nada por decir.