martes, 24 de mayo de 2022

Lucio Papirio Mugilano

Tal vez sea inevitable que cada palabra que uno pronuncie sea solo una manifestación, más o menos evidente, de nuestra propia vanidad. Tal vez reconocer esto no nos exima de caer en el mismo pecado.

Con esto en mente, y sabiendo que es mucho más fácil criticar y, en el mejor de los casos, proponer soluciones simplistas a los supuestos problemas ajenos, es que escribo lo que sigue...

Hace poquito hubo un censo y, gracias a eso, ahora sabemos cuántos somos los argentinos. Sabemos cuántos hombres y cuántas mujeres. Sabemos algunos datos más que alimentarán estadísticas durante los próximos años.

Ahora bien...

La palabra "censo" deriva del cargo de Censor, que en la Roma de la época de la República (hace unos 2.500 años) tenía entre sus tareas, precisamente, la realización del censo. Con la instauración del Imperio, Augusto abolió la magistratura, pero la idea ya se había difundido.


Así fue pasando el tiempo hasta que en 1869 se hizo el primer censo en nuestro sufrido país.

Ya pasaron más de 150 años. Los suficientes para que yo me pregunte por qué es necesario un censo.

Existe un Registro Nacional de las Personas (RENAPER) que -supuestamente- registra los nacimientos y defunciones. ¿Por qué, entonces, sigue siendo necesario que nos pongamos en fila para que nos cuenten?

Existen también dependencias oficiales que registran las viviendas y fijan impuestos en base a eso, ya no a nivel nacional sino en el ámbito de cada municipio.

Esto por no hablar de la AFIP, que tiene registros detallados de la actividad comercial y los bienes -declarados- de los ciudadanos.

A esta altura usted, avezado (e imaginario) lector está pensando: "seguramente esos registros están desactualizados". En ese caso ¿por qué no los actualizan? y en todo caso, suena extraño que en esta época super tecnológica no haya alguna solución más del estilo del siglo XXI.

Es como si, existiendo un Registro del Automotor, tuviésemos que estacionar todos durante un día para que 600 mil funcionarios salgan a la calle a contar los autos...

Seguramente en algún momento habrá otro censo. Si es igual que este, significa que no estamos aprendiendo nada.



miércoles, 11 de mayo de 2022

Aeternia Mutatio (et tu)

En el fondo de un oscuro cajón yace una carta, ignorada del mundo y atravesando el lento letargo de las cosas olvidadas.



Una carta terminada y nunca enviada, conocida sólo por su autor. Conocida y olvidada, tan ajena al hoy como si estuviese escrita en un idioma perdido y narrase historias de la tierra más lejana.

Cuando la luz finalmente se apague en los únicos ojos que repasaron sus letras, esa carta engrosará la larga lista de historias perdidas para siempre.



La vida, con su ciclo interminable de primeras y últimas veces, no puede tener buena memoria. Viejas voces haciendo lugar para que las nuevas se escuchen.

Hombres que crían hombres, montañas que se deshacen lentamente en desiertos, egos que se alzan sólo para desplomarse.

Y vos...