Dicen que no hay nada que una más a las masas que el odio.
¿Qué tal si yo también me odio, y así finalmente podemos unirnos?
jueves, 31 de marzo de 2011
miércoles, 30 de marzo de 2011
domingo, 27 de marzo de 2011
Piqui Lú
Se supone que todos buscamos la felicidad, pero fieles a nuestra escencia, buscamos obstinadamente una felicidad nebulosa que rara vez podemos precisar. Somos participantes de una carrera, y empezamos a correr antes de poder enterarnos de donde queda la meta. Quien viera el espectáculo desde afuera se asombraría de este show de autitos chocadores que representamos con tanta seriedad.
Entre tanta gente buscando en los lugares más dispares, es de esperar que alguno -aunque sea por casualidad- encuentre la felicidad. No es seguro que sepa reconocerla.
Para mi, la única felicidad posible en estas fechas, está en la mirada de mi hija. No hablo de la alegría, que está en muchas partes, hablo de la felicidad. Tal vez el tiempo, y la vida, y los otros, le enturbien la mirada, tal vez finalmente la gane el rencor o la vanidad o la envidia. Tal vez aunque eso pase yo no lo note nunca. Tal vez por eso mi vieja me mira con el mismo amor con que yo miro hoy a mi hija, del mismo modo en que me miraba mi viejo.
Si esa misma felicidad a prueba de balas es posible tenerla con una mujer, es algo que yo nunca sabré. Pero si es posible, si realmente es posible, me cago en la puta madre que me parió, me habré perdido la experiencia más hermosa que se pueda imaginar.
Pero no, me parece que no.
lunes, 21 de marzo de 2011
El segundo pecado capital
Según una teoría que acabo de elaborar, el ser humano necesita una mínima cuota de satisfacción en su vida. Esa satisfacción, felicidad o alegría, debe superar un umbral mínimo para hacer su vida tolerable. Hasta acá no dije nada nuevo. Lo novedoso de mi teoría es que postula la existencia de un umbral máximo de satisfacción, el cual no podría superarse.
Algunos hechos indican que el mecanismo regulador implicado en este equilibrio sería meramente interno, mientras que otros indicarían la existencia de un determinismo mucho más abarcador. Esta última posibilidad resulta bastante perturbadora, ya que sus implicaciones rozarían lo místico.
El hecho es que, de una forma u otra, habría una cota máxima de satisfacción (nótese mi reticencia al uso de la palabra "felicidad") que no podríamos superar.
Eso explicaría por qué las palabras rico, bello, joven, inteligente, etc. no son sinónimos de feliz. También explicaría por qué tanto viejo con plata y esposa joven luce cornamenta (aunque tal vez haya otros motivos que no vienen al caso).
En varios pueblos de la antigüedad, los padres solían denostar a sus hijos recién nacidos para no tentar la cólera de los dioses, porque indirectamente sabían que todo tiende al equilibrio: un hijo particularmente sano y hermoso equivalía a una sequía o a una peste. Esa clase de sabiduría se ha perdido.
Sabiendo esto, propongo que con esta ley natural en mente, nos dediquemos a perfilar nuestra vida ahorrando dicha en algunas áreas para no acarrear desdichas en las otras. Si tu novio es lindo y tiene plata, agarrate el dedo con una puerta; si a tus hijos les va muy bien en el colegio, choca el auto contra un poste; si te va muy bien económicamente, decime como mierda haces (no, mentira).
Es bien sabido que la codicia acarrea desgracias, la codicia de felicidad no es la excepción. Esta no es una ley moral: no importa que uno busque la felicidad ayudando a los demás, esa felicidad se paga. (lean la vida de cualquier santo y verán el precio que se paga incluso por ser demasiado bueno)
viernes, 18 de marzo de 2011
Baboso no: científico
Hace poco leí una nota sobre determinados estudios realizados hace algunos años sobre la domesticación del zorro (no Diego de la Vega, sino el animal). Veamos: el zorro es un cánido, y se supone que los cánidos fueron -por mucho- los primeros animales en ser domesticados. Pero zorros y lobos, entre otros, siempre demostraron una aversión hacia los humanos que difícilmente les podría ser reprochada.
Mediante la cruza selectiva de los ejemplares menos ariscos, en poco tiempo lograron generar zorros con comportamiento tan amigable hacia los humanos como el de los perros. Ejemplares ariscos, criados por madres amigables, seguían siendo ariscos; lo cual demostraría que el factor de domesticación reside en el genoma y no en los hábitos adquiridos.
Extrapolando un poco, podríamos suponer que el mismo determinismo se aplica (en los humanos) a otros factores, como la sociabilidad, la honestidad, la seriedad o la responsabilidad.
Es de suponer que toda distribución estadística presenta particularidades. Así, los genes "serios" abundarían en alguna región y escasearían en otra. Cuando la selección natural falla, nada impide que le demos una ayudita: traigamos mujeres suecas, alemanas o japonesas y sentémonos a esperar (no estoy muy seguro de las japonesas, pero por las dudas...)
Bueno, para acelerar el proceso sería igualmente productivo exportar a nuestras mujeres (menos a mi mamá) hacia las regiones más privilegiadas geneticamente (y lo más lejanas posible).
A grandes males, grandes soluciones.
Extrapolando un poco, podríamos suponer que el mismo determinismo se aplica (en los humanos) a otros factores, como la sociabilidad, la honestidad, la seriedad o la responsabilidad.
Es de suponer que toda distribución estadística presenta particularidades. Así, los genes "serios" abundarían en alguna región y escasearían en otra. Cuando la selección natural falla, nada impide que le demos una ayudita: traigamos mujeres suecas, alemanas o japonesas y sentémonos a esperar (no estoy muy seguro de las japonesas, pero por las dudas...)
Bueno, para acelerar el proceso sería igualmente productivo exportar a nuestras mujeres (menos a mi mamá) hacia las regiones más privilegiadas geneticamente (y lo más lejanas posible).
A grandes males, grandes soluciones.
martes, 15 de marzo de 2011
Eu vou te dar alegría
Cuando uno trata con gente estúpida, inevitablemente termina teniendo discusiones estúpidas.
Cuando uno discute con estúpidos, no queda más remedio que bajar el nivel, porque el otro no puede subir el suyo.
Cuando uno se acostumbra a bajar de nivel para discutir con estúpidos, termina estupidizándose.
Cuando uno se estupidiza, empieza a aplicar razonamientos idiotas sin darse cuenta.
Pero si uno no es estúpido, al final se da cuenta y empieza a desandar el camino desandado (porque todos empezamos siendo más o menos estúpidos).
Y frente a la imposibilidad de desestupidizar al estúpido, uno termina optando por no discutir más.
Por eso los estúpidos siempre ganan.
Pero cuando gana un estúpido, todos pierden; porque el estúpido ni siquiera sabe lo que es mejor para él.
Por eso todos perdemos.
Y no sólo perdemos, también vamos acumulando rencores; porque a nadie le gusta que le gane un estúpido; y nos vamos haciendo más sombríos, dudamos de nuestros valores...
lunes, 14 de marzo de 2011
Yo no sueño con serpientes
Ayer soñé con el diablo, y mezclado, soñé con una batalla en la que casi me matan.
Yo casi nunca recuerdo lo que sueño.
Los detalles del sueño son bastante raros, y lo que más me llamó la atención es que, de alguna forma, teníamos al demonio como encerrado. Lo custodiábamos entre varias personas y él trataba de perdernos aprovechando nuestras debilidades.
Es raro que, para nuestra cultura, el demonio no tenga otras armas que la seducción y la mentira: el diablo no te mata, te engaña y te pierde. Sólo una vez que te perdiste, puede ejercer su poder sobre vos.
Algo debe significar todo esto, pero anoche dormí muy mal y tengo mucho trabajo.
martes, 1 de marzo de 2011
Contestador
Hola, habla Daniel. En estos días estoy teniendo mucho trabajo, por lo que no puedo atenderte; pero si querés, podes dejar un mensaje después de la señal, y te llamaré en cuanto me sea posible. Muchas gracias.
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