Al principio era una criatura adorable y vivaz que revoloteaba y no paraba de saltar a mi alrededor, y yo agradecí a los hados mi buena fortuna.
La alegría que transmitía cada vez que la alimentaba hacía que cualquier esfuerzo valiera la pena. Sólo había que verla brillar para saber que la vida tenía sentido.
Pero el tiempo nos cambia. Ella sigue siendo como era, pero también es diferente. Sus ojos se fueron llenando de otra cosa, y su furor, aunque intacto, ahora se dispara con otras emociones.
La primera vez que me mordió pensé que había sido por accidente. La quinta vez me di cuenta que no, pero pensé que de alguna forma había sido mi culpa.
Cuando la palabra "culpa" aparece es difícil que desaparezca, y pasa a ser una barra de metal caliente que nadie quiere sostener, pero nadie se resigna a dejar caer...
Ella sigue brillando, pero ya no como un niño pequeño o una gacela, sino como una pantera. Y yo se que estoy jugando con fuego, pero ese fuego es, a esta altura, tan inevitable como el mañana.